Cada vez que nos enfrascamos en un proceso de cambio, desatamos un buen número de emociones humanas que, por lo general, son atemorizantes. Podemos comparar esta dinámica social con un dragón que emerge de las profundidades del océano: el “monstruo del cambio”. A pesar de que los ejecutivos cuentan hoy en día con toda clase de tecnologías y “mapas” para sortear el viaje del cambio, el monstruo continúa apareciendo.