Muchas personas creen que crecer y madurar son nociones similares y bastante sencillas. Pero en realidad no sólo son conceptos diferentes, sino que en su complejidad está cifrada nuestra naturaleza y trazados nuestros alcances. Porque por más que nos neguemos a aceptarlo, todo cambia. Y en esa medida, la vida exige que nos adaptemos a los cambios. Tal como mudan las estaciones, así las personas debemos cambiar y crecer, y en el saber hacerlo se esconde la posibilidad de vivir la vida intensamente. En esencia, pues, sólo existen dos grupos de personas, las que aprenden y cambian y las que no lo hacen. Sólo las primeras son las ganadoras, pues su preocupación por renovarse y por progresar hace que sean las llamadas a prosperar.