Al comienzo del nuevo milenio, el mundo de los negocios vivía la fiebre de Internet. Los beneficios, la liquidez e incluso los ingresos dejaron de tener importancia: lo que contaba eran nombres pegadizos, ideas geniales y oficinas llenas de ejecutivos jóvenes que jugaban al baloncesto cuando no llegaban a tener ideas brillantes. En el fervor de esta nueva economía, dedicarse a los aspectos operativos del negocio simplemente no estaba de moda.