En las manos de un directivo medio reside el poder de cambiar su propia situación y, con ella, la de sus organizaciones. Cuentan, además, a su favor con varios indicadores que confirman la idoneidad del momento para realizar esa transformación. El primero de ellos es el cambio demográfico: a medida que la generación del “baby boom” empiece a jubilarse, y el éxodo de directivos hacia el mundo del autoempleo continúe, se formará un creciente vacío de liderazgo que tendrá que llenarse con los directivos que mejor se preparen para ocupar esas vacantes.