Vivimos en un sistema orientado a los arquetipos, a juzgar rápidamente por las apariencias, a clasificar a las personas en grupos, tribus, barrios, perfiles, targets, nacionalidades, tipos, clases… El ser humano occidental se siente más cómodo así, clasificando y prejuzgando. Se deja guiar por lo que las personas aparentan ser, y se basa en cómo visten, en dónde viven, en el coche o el reloj que llevan, en la marca de su bolso, en dónde veranean, en el tipo de trabajo que tienen, en si esquían y dónde, en si juegan al paddle, al golf o a los bolos, si escalan montañas o juegan al ajedrez.