En 1992, Jack Smith, el entonces presidente de General Motors (GM), contrató a José Ignacio López y éste rápidamente ascendió a vicepresidente de compras de la compañía. López comenzó casi de inmediato a desafiar el sistema comercial existente, prohibiendo, por ejemplo, a los empleados asistir a comidas de negocios con los proveedores y atacando las estructuras de costes de la compañía. Desde el comienzo logró un éxito considerable, sobre todo en sus resultados sobre la reducción de precios. Para conseguir sus objetivos utilizaba técnicas arbitrarias: si los proveedores no consentían en las reducciones de precio inmediatas, se les rescindía el contrato y se firmaba otro con nuevos proveedores que aceptaran el precio impuesto. De este modo, los proveedores se vieron forzados a decidir si continuaban aceptando las condiciones que GM les imponía o si ponían fin a las relaciones con la compañía.