Cuando sus pacientes le contaban cuánto sufrían, el psiquiatra Viktor Frankl les preguntaba por qué no se suicidaban. Había mil respuestas diferentes y todas válidas: para algunos de los pacientes el sentido de la vida estaba en los hijos, la pareja, el arte, una vocación, etc. La misma experiencia tuvo Frankl durante su cautiverio en el campo de concentración de Auschwitz. En su libro El hombre en busca de sentido, asegura que todos los supervivientes tenían algo por lo que valía la pena luchar.